La cuestión sexual debería ser abordada desde l punto e vista biológico, ya que se trata de una función biológica, sin embargo se considera al sexo sólo desde el punto de vista moral. Ha sido prohibido, denigrado, discutido, y hasta protagonista de "revoluciones".
Muchas civilizaciones han tenido elementos represivos desde hace unos dos mil años se debate sobre el sexo.
Posiblemene esto obedece a la importancia de la reproducción -única función orgánica de tan profundas implicaciones sociales- en la organización comunitaria a través de la regulación de la familia y de la transmisión de la propiedad, por un lado; y por el otro a que la función sexual puede coartarse.
Razones del primer tipo entre otras causas, condujeron a que la mujer quede relegada a un segundo lugar en la sociedad, y a que se asocie femeneidad con pasividad.
La prohibición de iniciativa sexual a la mujer contribuye decisivamente a una escasa participación en el placer sexual, y es duende de perturbaciones profundas en toda relación sexual.
Desde que nuestra tradición religiosa occidental encontró con el ascetismo, se redicó una ética de continencia de todas las unciones controlables, junto con el horror por el cuerpo humano. Por ejemplo, cuando se fustigó la gula no se planteó que era perjudicial para la salud, por que ocasionaba obesidad, sino que era "pecado", a secas. Paralelamente se afirmó con mayor énfasis aún que el sexo, pecaminoso en sí mismo, sólo era tolerable si su fin era la reproducción, una especie de mal menor.
Muchas civilizaciones han tenido elementos represivos desde hace unos dos mil años se debate sobre el sexo.
Posiblemene esto obedece a la importancia de la reproducción -única función orgánica de tan profundas implicaciones sociales- en la organización comunitaria a través de la regulación de la familia y de la transmisión de la propiedad, por un lado; y por el otro a que la función sexual puede coartarse.
Razones del primer tipo entre otras causas, condujeron a que la mujer quede relegada a un segundo lugar en la sociedad, y a que se asocie femeneidad con pasividad.
La prohibición de iniciativa sexual a la mujer contribuye decisivamente a una escasa participación en el placer sexual, y es duende de perturbaciones profundas en toda relación sexual.
Desde que nuestra tradición religiosa occidental encontró con el ascetismo, se redicó una ética de continencia de todas las unciones controlables, junto con el horror por el cuerpo humano. Por ejemplo, cuando se fustigó la gula no se planteó que era perjudicial para la salud, por que ocasionaba obesidad, sino que era "pecado", a secas. Paralelamente se afirmó con mayor énfasis aún que el sexo, pecaminoso en sí mismo, sólo era tolerable si su fin era la reproducción, una especie de mal menor.
La sexualidad es la única función fisiológica que se puede postergar indefinidamente, por lo menos sin consecuencias visibles. Esta vulnerabilidad del sexo hizo tactible la moral que aún estamos padeciendo.
La nutrición y la reproducción son dos funciones vitales de la misma jerarquía, sólo que con la primera se es más benévola, está mejor ubicada en la moral y en las costumbres. A nadie se le critica que coma mucho, o coma uno u otro alimento, tampoco nadie se averguenza de tener hambre y mucho menos de comer. La palabra pudor no es aplicable en la alimentación.
Sin embargo no consideramos mostruoso prohibir el gose del tacto. Disfrutar de una manzana jugoza está bien, pero disfrutar de una caricia está mal. Al mismo tiempo que condena como "sucio" un beso entre un joven y una adolescente, ha considerado santo qumar viva a una loca acusándola de bruja, y mientras predica la caridad, catequiza a los indígenas herejes con la punta de un palo afilado.
De esa moral contradictoria hasta lo sanguinario hemos heredado la tradición que rige la conducta sexual, y a la que debemos la muralla de represión, ignorancia, angustia y culpa que se interpone entre la mano que acaricia y la piel acariciada.
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